
Texto enviado por Doña Pilar del Río con motivo del homenaje que se ha realizado en el Palacio de Pumarejo recordando la insigne figura de José Saramago que tanto quiso a esta joya de Sevilla que se nos cae.
Queridos amigos de El Pumarejo,
Al escribir Pumarejo oigo a José intentando pronunciar bien el nombre, cosa que no consiguió nunca, los portugueses son más suaves, nuestra jota rotunda imposible es para ellos, que la convierten en una delicada "gue", de modo que José Saramago decía Pumareggo, no como si fuera con g de godo, un poco más fuerte, tampoco con la J de José en español, que los portugueses pronuncian Yusé... Y es que Cervantes decía que el portugués era como el castellano, pero sin huesos. A lo mejor tenía razón Cervantes, pero le faltó añadir que tienen también más cortesía, me parece...
En cualquier caso, voy a empezar de verdad estas líneas como José lo hubiera hecho, es decir, queridos amigos de El Pumareggo,
Hace cinco meses que murió José y cuánta falta nos hace. Al día siguiente del que para José fue el último también murió el gran escritor mexicano Carlos Monsivais y un periódico de su tierra tituló "Monsivais no quiso vivir un mundo sin Saramago". Y eso nos pasa a muchos. No es que no queramos vivir, que sí queremos vivir y combatir, pero nos duele tanto que él no esté, no tener su opinión, su certera reflexión de las cosas que iban pasando, que a veces hasta da rabia que no esté. El fin de semana último, por ejemplo, cuando en Portugal se reunieron los jefes de Estado de Europa, USA y Rusia y declararon que "la guerra fría ha terminado"... Qué carcajada habría dado José Saramago, que dardo habría lanzado después, qué reclamaciones no habría hecho desde su blog, desde los medios, desde los caminos, si hubiera sido necesario. Habría preguntado por qué los jefes de estado en vez de decir sandeces no se ocupan de las guerras calientes que asolan el mundo, matan y mutilan todos los días. Por qué no hablan de los paraísos fiscales, por qué no los acaban, por qué no se aplica la tasa Tobin a todas las transaciones especulativas internacionales, ésas que son las que hunden economías de los países, es decir, de personas, una a una, millones de personas. Y tal vez habría repetido lo que dijo en su última intervención pública: que la crisis que sufrimos, sobre todo los más débiles de la tierra, no es una crisis económica, es una crisis moral. Porque en el alto poder, que no es político, que no son los hombres y mujeres que votamos, que está más lejos, allí donde la democracia no llega, no mandan las normas morales, imperan otros intereses, incomprensibles, absurdos desde la lógica humana, aunque no desde la que ellos tiene, que es simplemente la del poder. Allí, en esas cimas, no cuenta el concepto moral, la ética es una cantinela para idealistas, el bien común, la sociedad del bienestar, la cultura, la educación, todo eso son entretenimientos de personas que no construyen el mundo, solo ponen impedimentos para que ellos, grandes ejecutivos, avancen con la fuerza de los tanques. Y si no lo remediamos, lo van a conseguir: ya conceptos como pleno empleo o sociedad del bienestar y derechos empiezan a sonarnos como fuera de lugar. Hay que estar alerta si no queremos que nos corrompan la mente. Porque son corruptores, por eso han instalado la crisis moral en el mundo. De la que tal vez quieran salir con una guerra caliente: habrá que ver cuánto están destinando a gastos militares los distintos países en sus presupuestos generales. Porque el poder no democrático manda mucho en el poder democrático si los ciudadanos no nos hacemos oír, si delegamos nuestra responsabilidad el día que votamos. Y luego no seguimos ejerciendo de ciudadanos.
En fin, era un saludo solo lo que iba a hacer, pero recordar a Saramago es recordar sus apuestas por una sociedad y un mundo que merecieran la pena. "La única revolución posible", decía, "es la de la bondad. Y la única prioridad es el ser humano". Con estas palabras, que al poder le suenan a música, si el poder sabe que la música existe, me despido. Es el mejor abrazo que puedo mandar.
Pilar del Río
(casi vecina)